CARLOS MIRANDA. Dibujante, pintor.
Nació en la ciudad cordobesa de Unquillo, de reconocida tradición artística; actualmente reside en Buenos Aires.
Desde chico sintió marcada inclinación por el dibujo , en cuya práctica mostró notables aptitudes naturales.
En la Universidad Tecnológica Nacional obtuvo el título de ingeniero.
Estudió dibujo y pintura en el Taller “Expresión” del maestro Pedro Gaeta -presidente de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos- donde adquirió una sólida formación artística.
Con el objeto de perfeccionarse en la técnica de la pintura figurativa concurre actualmente al taller de Mercedes Fariña.
Ha expuesto en muestras colectivas, compartidas e individuales, recibiendo una mención de honor por su obra “El Sueño”.
Su obra está compuesta, en la mayor parte, por dibujos y pinturas de tema social con incursiones en lo fantástico.
No adhiere a ninguna corriente dentro de la plástica; en su opinión, “una obra, para estar lograda, debe reunir contenido, técnica y armonía estética; pero su valor fundamental reside en lo que dice.”
De la obra de Carlos Miranda ha dicho el maestro Pedro Gaeta: “Hay que destacar el buen manejo de los valores plásticos: equilibrio en la composición, precisión en la definición de formas y figuras y armonía en la elaboración del color, con el empleo de una notable técnica claroscurista que contribuye a crear una atmósfera sugestiva y misteriosa.”
COMENTARIO DE LA EXPOSICION REALIZADA EN LA ASOCIACION ARGENTINA DE ACTORES
Haydée Breslav
Crítica de Arte
ENTRE LA REALIDAD SOCIAL Y EL DRAMA HUMANO
Para Carlos Miranda, dos vertientes concurren a la temática de su obra: la realidad social -dándole a esta última palabra “el profundo y purísimo sentido” que quería Raúl González Tuñón- y el drama humano.
De una primera aproximación podría desprenderse que los dibujos están consagrados a la primera vertiente y las pinturas a la otra; una observación más detenida permite descubrir rasgos de ambas en todos los trabajos que integran esta muestra. A fin de cuentas, en cualquier disciplina artística se verifica que una obra auténtica siempre es testimonial, se lo haya propuesto o no el autor.
En lo que hace a los dibujos, es necesario hacer notar en primer término el trazo seguro y los diferentes valores e blancos y de grises que surgen de un preciso sombreado; el resultado es una imagen vigorosa y plena de dramatismo. Es así como el artista recrea en los paisajes suburbanos la sordidez de esos ambientes marginales y pone de manifiesto, sin truculencias ni eufemismos, las condiciones de vida de vastos sectores de nuestra población.
Otros dibujos se destacan por su dinamismo, como aquellos en que aparecen las masas que intervinieron en episodios de nuestra historia reciente. La mirada crítica se suaviza en Inundación, donde el drama de los evacuados presenta un rasgo de inesperada ternura, expresada en el entrañable gesto del viejo que, sentado en el techo de la casa anegada junto a la llorosa mujer, intenta consolarla y protegerla a pesar de todo.
En cuanto a la pintura de Miranda, puede decirse que es reflexiva y de rigurosa ejecución sobre boceto previo; la composición equilibrada, l paleta apastelada y la sabia utilización del claroscuro contribuyenb a desarrollar una estética original y atrayente.
El mensaje social, si bien no tan directo como el de los dibujos, es igual de intenso y acaso más profundo, porque esta pintura refleja las distintas consecuencias del individualismo posmoderno: pesimismo, soledad, aislamiento con su contracara de exhibicionismo, alienación…
En ocasiones lo social se empareja con lo fantástico: monstruos conviven con seres humanos, demonios hacen las veces de caballos de calesita. Aún más perturbadora resulta la figura del joven cartonero que descansa en la calle y se integra a los cartones con los que se tapa.
El artista se vale asimismo del recurso de cuadro dentro del cuadro, y le toca al espectador decidir si se ha abolido la frontera entre el mundo real y el pintado, o si se ha creado en este último una nueva dimensión. En Ausencia, el protagonista tiene ante sí dos ventanas: la supuestamente real permanece cerrada, la del cuadro se abre a la calle. El protagonista elige mirar por la ventana abierta… pero él también está dentro del cuadro. (Pienso en Baudelaire, en su elogio de la ventana cerrada.)
Pero la pintura de Carlos Miranda no entraña evasión. Del mismo modo que los dibujos, está profundamente consustanciada con su tiempo y espacio; lo atestiguan esas veredas, vidrieras y personajes que sólo pueden ubicarse en la Buenos Aires actual.
Si bien el artista prescinde de la iconografía tradicional del género -sólo una vez aparece una pareja bailando, y ni siquiera es la protagonista- un inconfundible aire en compás de dos por cuatro se extiende por toda la obra acompañando las tensiones que la atraviesan, y que se originan en un orden social injusto o en las miserias de la condición humana. Como en un tango… o en la vida misma.
Haydée Breslav
abril de 2008